A los feligreses de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Ypacaraí (Paraguay)

 

 

Mis queridos amigos:

Todos nosotros estamos al tanto de cuál es la importancia, para nuestra ciudad de Ypacaraí, del Festival del Lago, festival que, en el año 2019, fue proclamado Patrimonio Cultural de la República del Paraguay.

Esta manifestación artístico-cultural nació en el año 1971, por iniciativa de un grupo de ciudadanos ypacaraienses amantes del folclore. La primera realización fue hecha en el mes de septiembre.

Esta fue una iniciativa de amor al Paraguay, considerando que la ciudad de Ypacaraí era representativa de la canción paraguaya más emblemática en el mundo: Recuerdo de Ypacaraí.

En este primer festival, se rindió homenaje a Demetrio Ortiz, quien estuvo presente con su familia.

En su autobiografía, Una guitarra, un hombre, Demetrio Ortiz relata que compuso Recuerdo de Ypacaraí en Córdoba, en 1948, recordando lo que había vivido en San Bernardino un tiempo atrás.

Una hermosa joven había pasado frente al hotel, donde se hospedaba junto con sus compañeros músicos. Prendado de su belleza, Ortiz la siguió hasta su casa.

Luego, cuando la joven volvió a salir, él se le acercó, empezó a caminar a su lado y comenzó a conversar con ella. La muchacha lo había visto en su actuación la noche anterior, y le expresó que le gustaba cantar; entonces, se puso a cantar con él viejas canciones en guaraní.

“Hablamos de muchas cosas, mientras seguimos caminando, y llegué a simpatizar con ella de una manera extraña por su sencillez, su sonrisa y su cautivadora manera de andar y expresarse”, señala Demetrio Ortiz. Acordaron encontrarse nuevamente, pero luego estalló la revolución de 1947 y nunca más supo nada de ella.

Esa noche de 1948, en Córdoba, recordando todo eso, Demetrio Ortiz pulsó su guitarra pensando en aquella jovencita que se había quedado allá tan lejos. Fue en esos momentos cuando compuso la melodía. Dos años después, relató la historia a Zulema de Mirkin, quien escribió la letra, aunque nunca había visto el lago de Ypacaraí.

“La música, como la fe –afirma el Cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura– no describe, no representa, sino que evoca. Te obliga siempre a ir más allá”. Es necesario “volver a encontrar aquel extraordinario entrelazamiento entre la representación (los signos) y lo sagrado (el misterio)”.

Según el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, la música es una revelación inmediata y directa, que no necesita interpretación, puesto que se comprende de manera intuitiva:

“La música no es, por lo tanto, como las demás artes, la imagen de las ideas; es más bien la imagen de la voluntad misma. Por lo tanto, el efecto de la música es más potente e insinuante que el de las demás artes, ya que estas nos dan solamente el reflejo, en tanto que aquella nos da la esencia”.

Para Benedicto XVI,

“en efecto, podemos imaginar la historia del mundo como una maravillosa sinfonía que Dios ha compuesto y cuya ejecución Él mismo dirige como sabio director de orquesta. Aunque a nosotros la partitura a veces nos parece demasiado compleja y difícil, Él la conoce desde la primera nota hasta la última. Nosotros no estamos llamados a manejar la batuta del director, y mucho menos a cambiar las melodías según nuestro gusto. Estamos llamados, cada uno en su puesto y con sus propias capacidades, a colaborar con el gran Director en la ejecución de su estupenda obra maestra. Durante la ejecución podremos también comprender poco a poco el grandioso plan de la partitura divina”.

Me atrevo a decir que, en cierta manera, Recuerdo de Ypacaraí, la guarania más difundida internacionalmente, la podemos interpretar como la representación que expresa el misterio, lo sagrado, que se halla en el encuentro entre dos almas enamoradas.

De la Sagrada Escritura, el Cantar de los Cantares constituye su corazón, como siempre los grandes místicos de la Iglesia lo han leído, interpretándolo como la experiencia única de amor entre el alma enamorada y su Esposo, Dios mismo.

En este libro sagrado encontramos el diálogo entre el amado y la amada del corazón:

“¡Levántate, amada mía,
y ven, hermosa mía!
Porque ya pasó el invierno,
cesaron y se fueron las lluvias.
Aparecieron las flores sobre la tierra,
llegó el tiempo de las canciones,
y se oye en nuestra tierra
el arrullo de la tórtola.
La higuera dio sus primeros frutos,
y las viñas en flor exhalan su perfume.
¡Levántate, amada mía,
y ven hermosa mía!” (Cant 2, 10-13).

 

A la música de Demetrio Ortiz, a la experiencia de su amor puesta en música, Zulema de Mirkin le ofreció la representación, los signos de sus palabras.

Sintiendo esta guarania sublime, descubrimos aquel mundo que nos acerca al más allá y nos hace penetrar en aquella dimensión de la vida, que, de ninguna manera, puede reducirse a lo que cae bajo nuestros sentidos.

Dicha melodía nos eleva hacia la dimensión religiosa de la vida, hacia aquel Paraíso donde la palabra de Dios se contempla en el silencio y en la música.

Esto no tiene nada que ver con aquel ruido a todo volumen que destruye la belleza de Ypacaraí, ruido que traiciona la intención de los padres fundadores del Festival del Lago de Ypacaraí.

Música y silencio. Silencio y música, para poder escuchar la voz del amado del corazón, quien, en su añoranza, te musita estas dulces palabras:

Todo te recuerda, mi dulce amor,

junto al lago azul de Ypacaraí.

Todo te recuerda, mi amor te llama, kuñataí.

 

 

Con ocasión de la festividad de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, envío mi saludo y mi agradecimiento, por el trabajo humilde y silencioso que hacen, a doña María Concepción Espínola viuda de Duré, Coordinadora de la capilla San Miguel Arcángel de la compañía Jhugua Jhú, y a don Ramón Salinas Vera, Coordinador de la capilla San Miguel Arcángel de la compañía Arroyo Estrella.

Aprovecho esta ocasión para poner a todos los Coordinadores de las capillas el problema de cuál será el futuro de las mismas cuando, con la gracia de Dios y la batalla de San Miguel Arcángel, esta pandemia terrible terminará. Porque esto es cierto, como repite el Papa Francisco: saldremos mejores o peores, pero nada será como antes, a pesar de los nostálgicos de nuestros museos de recuerdos.

Y que la bendición de Dios todopoderoso,

Padre, Hijo, y Espíritu Santo,

descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

Amén.

 

P. Emilio Grasso

 

 

 

25/09/2021