Imprimir

 

Siguiendo el pensamiento de Mons. Massimo Camisasca, Obispo de Reggio Emilia-Guastalla

 

No individualmente, sino como Iglesia

En varias ocasiones, Mons. Camisasca precisó cómo la salvación traída por Cristo se realiza en volverse Iglesia, la comunidad de sus discípulos, quienes solo en la unidad pueden considerarse su cuerpo. Singularmente nos perdemos, comunitariamente construimos algo verdadero. Por eso, entonces, el Obispo pone en guardia a todos contra el considerarse cada uno una cosa aparte, mientras que es solo la profunda comunión, salvaguardando las debidas diversidades, la que constituye a la Iglesia y a la Iglesia misionera.

“No estamos en el mundo indistintamente, sino con un rostro y un lugar específico; estamos en el mundo con una responsabilidad precisa y con una contribución precisa que podemos dar, formando así una sinfonía, una armonía con las otras personas. A veces esta armonía es difícil, casi imposible, puesto que estamos sumergidos por dificultades, rivalidades, celos, envidias y divisiones. Sin embargo, Dios continuamente, sobre todo a través de los sacramentos, regenera esta sinfonía y hace que nuestras comunidades sean lugares donde puedan brillar los dones de todos, en una unidad sinfónica que celebre a Dios por su unidad y multiplicidad de colores”[1].

Mons. Camisasca insiste en esta dimensión central para comprender el sentido de la vida cristiana y, por lo tanto, de la misión. Cada uno de nosotros está llamado responsablemente a vivir la misión en persona. Esto no quiere decir vivirla aisladamente. Nos recuerda, entonces, que

“la nuestra es una luz participada, recibida: no brillamos con una luz que procede de nosotros mismos. Brillamos con luz refleja, como sucede a la luna. Pero, al mismo tiempo, podemos irradiar esta luz recibida también sobre los cercanos a nosotros, sobre las personas que encontramos, sobre la sociedad en la que vivimos”[2].

El mismo concepto ya había sido mencionado en otra ocasión. La preocupación de cada comunidad cristiana tiene que ser la de anunciar al Cristo, de llevar a cada hermano la esperanza cristiana. Esto implica una apertura hacia los demás, que debería ser la tarjeta de presentación de cada cristiano. Y, en cambio, he aquí la resistencia, el miedo de abandonar las propias seguridades. Por eso, la reiterada invitación de nuestro Obispo a dejarse llevar por el amor.

“Nos cuesta alejarnos del nuestro campanario. Aquel calor que experimentamos en nuestras comunidades nos es dado para ser transmitido, para alentar las vidas de nuestros hermanos y de nuestras hermanas. La iglesia no se mide por los números de sus miembros, aunque ningún número debe ser despreciado, sino por la intensidad y la profundidad con que nuestras comunidades viven cotidianamente el encuentro con el Señor y su mandato misionero”[3].

La Iglesia continúa la misión de Cristo

En fin, podemos decir que, para Mons. Camisasca, la misión es innata en la vida del cristiano, así como nos recuerda el documento conciliar Ad gentes: “La Iglesia es misionera por su naturaleza” (cf. n.º 2), por lo que podemos concluir nuestra reflexión con estas palabras del Papa Francisco:

“¡Parte! Y, sobre todo, no porque tienes una misión que cumplir, sino porque estructuralmente eres un misionero: en el encuentro con Jesús has experimentado la plenitud de la vida y, por lo tanto, deseas con todo tu ser que otros se reconozcan en Él y puedan custodiar su amistad, nutrirse de su palabra y celebrarlo en la comunidad”[4].

Estas palabras, que Mons. Camisasca citó en una de sus homilías[5], pueden ser la síntesis y la natural conclusión de lo que hemos recopilado en este artículo. La misión de la iglesia es la continuación de la misión de Cristo. Cada cristiano, de cualquier condición, con el Bautismo entró en esta dimensión que lo hizo semejante a Cristo, el misionero enviado por el Padre para la salvación del mundo. Y como para Cristo, también para el cristiano la misión del anuncio del Evangelio no puede ser un optional, sino la esencia de su misma vida.

De esto se deduce que la misión puede dar fruto solo si el enviado está unido a Cristo, como el sarmiento a la vid (cf. Jn 15, 5). Este es el pensamiento fundamental sobre la misión, que Mons. Camisasca quiere transmitir a través de sus intervenciones, a fin de que el precioso legado recibido de sus predecesores no solo no termine y se pierda, sino que crezca cada vez más y continúe dando fruto.

Sandro Puliani

 

 

Massimo Camisasca nació en Milán el 3 de noviembre de 1946. Cursó los estudios en el liceo Berchet, donde encontró al P. Luigi Giussani. En 1960 adhirió a la comunidad de Gioventù Studentesca (luego Comunión y Liberación).

En 1970 consiguió la licenciatura en Filosofía por la Universidad Católica de Milán. De 1970 a 1978 fue Asistente de la cátedra de Filosofía de la Religión, en la misma Universidad. En 1973 entró en el seminario de la Comunità del Paradiso en Bérgamo. Fue ordenado sacerdote el 4 de noviembre de 1975. De 1978 a 1991 se ocupó de Relaciones Públicas entre el movimiento eclesial de Comunión y Liberación y la Santa Sede. Desde 1990 fue Profesor adjunto en el Instituto de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia Juan Pablo II en Roma; de 1993 1996 fue Director del mismo Instituto.

El 14 de septiembre de 1985 fundó, en Roma, la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo, de la cual fue Superior General, de manera ininterrumpida, hasta el 2012.

El 29 de septiembre de 2012, el Papa Benedicto XVI lo nombró Obispo de Reggio Emilia-Guastalla. Recibió la consagración episcopal el 7 de diciembre del mismo año, en la Basílica de San Giovanni in Laterano en Roma.

Tomó solemnemente posesión de la diócesis el 16 de diciembre de 2012, Domingo Gaudete.

 

 

_____________________

[1] M. Camisasca, Omelia in occasione della S. Messa ai Primi Vespri della Solennità di S. Carlo Borromeo. Messa di ringraziamento per il 72° genetliaco e il 43° anniversario di ordinazione sacerdotale (3 de noviembre de 2018).

[2] M. Camisasca, Omelia nella Solennità dell’Immacolata Concezione di Maria (8 de diciembre de 2018).

[3] M. Camisasca, Omelia per la Festa della Natività di Maria, inizio del nuovo anno pastorale (8 de septiembre de 2018).

[4] Papa Francisco, Discurso a la Conferencia Episcopal Italiana (16 de mayo de 2016).

[5] Cf. M. Camisasca, Omelia nella Solennità della natività della B. V. Maria. Inizio dell’anno pastorale 2016-2017 (8 de septiembre de 2016).

 

(Traducido del italiano por Luigi Moretti)

 

 

16/07/2020

 

Categoría: Profundizaciones