Algunos testimonios
Escuchando a tantos amigos y feligreses de nuestra parroquia, a través del teléfono o de WhatsApp, desde que entramos en cuarentena, vemos que muchos constatan, muy a menudo, que este virus no respeta clases sociales, idiomas, nacionalidad, ni tampoco credo religioso o político que sea. Todos estamos expuestos de la misma manera. Nos dicen, y compartimos este pensamiento, que esta situación ha puesto en cuestionamiento nuestra vida, ha tocado nuestra existencia en profundidad y bajo todos los aspectos y, con mucha probabilidad, marcará la vida humana de ahora en adelante en todo el mundo.
Es el momento de reflexionar sobre nuestra condición de vida, nuestras costumbres, sobre el presente, con vistas al futuro. Por eso, hemos pedido a un pequeño grupo de jóvenes serios y reflexivos sus testimonios. Aunque se trate solo de algunos jóvenes, adolescentes, se puede presumir que muchos pueden compartir los mismos sentimientos. Nos han escrito con sencillez y sinceridad y también con profundidad, cuestionándose, tocando temas importantes y haciéndose preguntas reales.
Lo cierto es que cada uno de nosotros, con su propia sensibilidad, vive de alguna forma esta situación, de ningún modo podrá evitarla y con ella está llamado a confrontarse y a reposicionarse en el presente para poder construir el futuro, porque, ciertamente, en la historia de la humanidad y de cada uno de nosotros habrá un antes y un después del COVID-19.
Tobías, 13 años: Un chico paraguayo, cuya vida era muy simple, iba al colegio y a la iglesia. En estos tiempos de cuarentena, teme, se cuida y las preguntas que siempre se hace son: ¿Este es el fin? ¿Habrá alguien que sobrevivirá? ¿Cuánta gente más morirá? ¿Este virus sigue esparciéndose y está evolucionando?
No se pudieron hacer tantas cosas, por su culpa, por ejemplo, ir a la iglesia. Pero no hay que ser débiles, los católicos son fuertes. Jesús murió en la cruz por nosotros, no escapó de sus problemas o de su destino; a pesar de que sabía que iban a azotarlo, a burlarse de Él, a coronarlo de espinas, y que iba a cargar con su cruz hasta el monte Calvario donde habría sido crucificado, Él se mantuvo firme y abrazó su cruz.
Eso es lo que debemos hacer: abrazar nuestra cruz, ser fuertes, elegir la puerta estrecha, que es la fatiga, el dolor y el esfuerzo, no elegir la puerta ancha, que es el camino fácil y destruye nuestra alma. Debemos ser fuertes ante esta pandemia y, a pesar de estar separados, tenemos que estar juntos en la oración.
Es lo único que pasa por la cabeza del chico, quien siempre recuerda los buenos momentos que pasó con sus amigos en la iglesia y en el colegio y, cada vez que se hacía aquellas preguntas, escuchaba la voz de un muy querido amigo suyo, que le daba la esperanza y la fuerza para seguir adelante y saber que Dios es bondadoso, que pronto todo esto terminará y él volverá a ver a sus amigos y conocidos.
Amalia, 16 años: Una mañana me desperté sobresaltada, creí haber perdido el autobús escolar, cuando mi madre entró a mi habitación y me tranquilizó diciendo que, a causa del Coronavirus, por algunos días no tendría que ir al colegio; esto me alegró, no venían mal unos días de vacaciones, pensé. Pero de eso ya pasó mucho tiempo y aún no puedo regresar a compartir con mis compañeros momentos de bromas,risas, abrazos y hasta dificultades por alguna lección no comprendida.
Estoy en casa con las puertas y ventanas cerradas, ya nadie viene a visitarnos; por si acaso suena el timbre, con miedo, entreabrimos la puerta para volver a cerrarla nuevamente; paso mis días entre clases virtuales y tareas escolares.
No escucho noticias, no las quiero escuchar porque todas me hablan de muerte y soledad, me dicen que cuándo vuelva a abrir mi puerta, cuándo pueda volver al mundo, a mi mundo, este ya no será como lo conozco, y esto me inquieta y me pregunto: ¿Qué cambiará? ¿Cómo será? No lo sé.
Hay muestras que el medio ambiente va cambiando, que la misma naturaleza cura las heridas que le causamos y se renueva, y me pregunto una vez más si el hombre, a partir de ahora, será capaz de cuidarla, de respetarla, de no dañarla más.
En mi mente, giran muchas preguntas sin respuestas, y entonces miro al Crucificado que está en la cabecera de mi cama, esperando que Él me responda. Le pregunto: ¿Será que, al fin, vamos a amarnos más? Pero también Él guarda silencio.
Este es mi presente, cuál será mi futuro no lo sé y, por eso, sin un plan, solo vivo el día a día.
Martín, 15 años: ¿Qué es lo que hago? Mi día empieza normalmente a las 8 A.M. Me levanto, me aseo, y luego desayuno. Después, reviso en el teléfono celular por si no hay alguna tarea del colegio por hacer, porque generalmente tengo varias, dependiendo del día. Luego, ayudo a mi mamá en los quehaceres de la casa, específicamente me toca repasar el piso y lavar los cubiertos. Después del almuerzo, juego a la PlayStation una hora y después hago una serie de ejercicios; una vez culminada mi rutina, tomo un descanso de 30 minutos y un baño para prepararme a cenar; después, rezamos el rosario en familia.
La situación que estamos viviendo en estos momentos me hace pensar que este virus, sin importarle la clase social a la que uno pertenezca, no discrimina a nadie, sino que nos afecta a todos de la misma manera. También pienso mucho en aquellas personas y familias que pasan hambre y necesidades: eso me entristece mucho.
Me preocupo y me cuestiono: ¿Cómo vamos a salir de esto? ¿Cuánto tiempo estaremos así? ¿Cómo será el mundo después de esto? A veces, me pregunto si esta situación nos servirá para reflexionar y cambiar nuestro modo de vida. ¿Cómo veo el presente y el futuro? Sinceramente veo el presente muy complicado, y el futuro muy variante...
Patricia, 16 años: En este tiempo de aislamiento, estoy bastante preocupada por el futuro, ya que no sabemos cuándo terminará todo esto. Es bastante raro el hecho de no poder hacer lo mismo que anteriormente: salir para ir al colegio, tomar el transporte público, poder saludar a las personas como antes o inclusive el hecho de solo ver a mis amigos, profesores o vecinos, de irme a la iglesia.
A pesar de todo, esta situación de cuarentena me ayudó a darme cuenta de cómo sobrevaloramos cosas que realmente no son importantes, y cómo extrañamos cosas que en su momento nos parecían insignificantes, por ejemplo, el hecho de abrazar a un amigo o conversar con él. También me hizo valorar la posibilidad de pasar el tiempo con mi familia, para darnos un respiro y estar todos juntos, y el hecho de poder hacer cosas que no podíamos realizar antes, por falta de tiempo o cansancio, el leer un libro e incluso rezar todos juntos.
Por otro lado, si bien ya estaba familiarizada con lo que es la tecnología informática, el hecho de usarla a diario para desarrollar clases fue algo nuevo, para mí, como también ver lo bueno que podemos lograr usándola de manera correcta.
Lo que mucho me lastima de esta pandemia es ver cómo varias personas no cuentan con lo necesario para sobrellevarla, ni económica ni psicológicamente, debido a que se encuentran en situación de pobreza, desempleo y falta de espiritualidad. La fe nos ayuda en las situaciones difíciles, porque la vida no es solo poseer cosas.
Desde otro punto de vista, también deberíamos recalcar cómo, debido al confinamiento impuesto por los distintos Gobiernos, los niveles de contaminación en el mundo se han reducido de una forma drástica, demostrando una vez más que, por nuestras acciones, estamos dañando lo que Dios ha creado con tanto amor. Es una pena que seamos nosotros mismos los causantes de tanta destrucción; este tiempo nos da también la posibilidad de tomar más conciencia de esto y cambiar nuestras malas costumbres.
En fin, cada uno de nosotros debemos cargar con nuestra cruz y, con la paciencia, la perseverancia, el esfuerzo y la oración, espero que esto nos ayude a ser mejores personas y tener más empatía con el prójimo, a compadecerse del pobre y a confiar en Dios.
Pero se me queda la pregunta: ¿Cómo será todo, después de esta crisis?
(A cargo de Emanuela Furlanetto)
25/04/2020