A los feligreses de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Ypacaraí (Paraguay)

 

 

Mis queridos amigos:

Esta semana hemos vivido un acontecimiento fundamental para la vida de la Ciudad de Ypacaraí y, por consiguiente, también para la vida de la Iglesia, que no vive fuera, sino dentro de la Ciudad.

El día 9 de noviembre se cumplió el Acto de Juramento y Posesión de Cargo del Intendente Municipal electo, el Sr. Fernando Negrete, y de los Concejales Municipales electos, por el período 2021-2025.

Para nosotros los cristianos, es este el momento de reafirmar que nuestra fe, nuestra gloria, es Cristo crucificado, escándalo y locura. Él muere porque es fiel, porque no traiciona la palabra anunciada, porque elige ser el hombre de la verdad y no del poder.

Cristo decide entregarse libremente, y la cruz se vuelve el signo más grande del amor fiel hasta el final, del despojarse y vaciarse de todo, en absoluta libertad y sin conservar nada para sí.

Este es el camino de Jesús: por eso, como sus amigos, estamos llamados a una lucha ante todo en nosotros mismos.

Tenemos que ser claros y honestos: la primera revolución comienza por el acusarse a sí mismos; soy yo quien debe cambiar si quiero decir una palabra verdadera, fuerte, auténtica, una palabra que sea un servicio a los demás.

“¡Qué fácil es denunciar la injusticia estructural, la violencia institucionalizada, el pecado social! Y es cierto todo eso –decía san Oscar Arnulfo Romero en su última homilía dominical antes de su martirio–, pero ¿dónde están las fuentes de ese pecado social?: en el corazón de cada hombre”, concluía san Oscar Arnulfo Romero.

Cada uno, pues, está llamado a examinar su conciencia, a ver lo que está en su corazón.

Sepan, por lo tanto, abrir los ojos del corazón y de la mente porque muchos discursos, que parecen hermosos, se revelan profundamente falsos porque falsa es la vida de quién los pronuncia. Sin transparencia, la palabra es falsa.

El Señor pide al hombre el cambio de su corazón. Cambiándose a sí mismo, entonces el cristiano tiene el derecho y el deber de hablar allá donde vive.

Si el cristiano ha tenido el coraje de hablarse a sí mismo, de hablar en su familia y comunidad, debe tener también el coraje de hablar a la ciudad. El cristiano vive en la ciudad, no puede desinteresarse de la vida de la ciudad, de la polis, de la política.

La política es trabajar por los intereses de todos los ciudadanos, por quienes han votado a favor de un candidato y por los que han votado en contra, por quien es miembro del mismo partido y por quien, en cambio, pertenece a otra formación. Y aquí quiero saludar a los otros dos candidatos a Intendente de Ypacaraí: los señores Alejandro Cano González y Miguel Ángel Villagra Almada.

La política es, ante todo, defensa de los marginados, de los pobres, de todos aquellos que no cuentan en la sociedad, de los explotados y sobre todo de los jóvenes. Sirve para dar esperanza, para impedir que sea robada la esperanza de un futuro a los jóvenes, para construir algo mejor de lo que existe. Y esto debe ser para todos.

Todos los que están comprometidos en la política, los miembros de cada partido tienen que estar unidos en la lucha por la transparencia, a fin de que no se compre y no se venda la conciencia de los ciudadanos.

“Un hombre de conciencia –afirmaba el entonces Card. Ratzinger– jamás compra el bienestar, el éxito, la consideración social y la aprobación de la opinión pública dominante, renunciando a la verdad”.

Y la conciencia es como una ventana abierta sobre aquella verdad que lo funda y lo sostiene todo y a todos, haciendo posible la solidaridad del querer y la responsabilidad.

Cuando la política se vuelve solo negocio de dinero a cambio de candidaturas o de transformismos vergonzosos de quien, para conseguir un encargo u otro, pasa de una parte a otra, o de clientelismos que transforman el derecho en limosna y favor, se transforma en un poder maldito. No tiene nada que ver con el poder de Jesús, que es poder del amor, de ser amigo, servidor, defensor de los más pobres. Quien hace esto, puede ser de un color o de otro, tener también las insignias cristianas, es solo un explotador, una sanguijuela.

Seremos condenados a muerte eterna si no pasamos de muerte a vida amando a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres, por los más pequeños, por quienes estén marginados y explotados.

El primer servicio que un cristiano puede rendir a los demás es el de cambiar su corazón, su manera de vivir, sus costumbres, su mentalidad, es decir, vivir y proclamar la verdad.

El pueblo de Ypacaraí y el pueblo de todo el Paraguay no son estúpidos. El hombre paraguayo comprende y sufre, aunque, muchas veces, no sepa expresar sus sentimientos o se calle porque tiene miedo y vergüenza.

En una frase atribuida a Abraham Lincoln se afirma que “se puede engañar a todos alguna vez, o engañar a algunos siempre, pero no se puede engañar a todos siempre”.

Nunca como hoy es importante volver a esta enseñanza de Abraham Lincoln.

Amar al pueblo, construir su esperanza, sobre todo la de las generaciones a quienes les pertenece el futuro: esta es la tarea del cristiano, y en particular de quien se comprometa en la política, hasta dar su vida por la verdad.

Tienen tantas posibilidades, queridos amigos.

Crean en Dios, pero también en lo que Dios les ha donado: crean en su inteligencia, en su capacidad, en su corazón, en la posibilidad de cambiar, en la fuerza moral auténtica.

Que pueda originarse de Ypacaraí un discurso nuevo, bello, del cual un día todos puedan hablar. Que de Ypacaraí se diga que es una ciudad de libertad, de amor, de belleza, donde la palabra se hace carne. Tengan este coraje y, si deberemos sufrir, entonces sufriremos: es lindo sufrir por la verdad, por la justicia, por la paz, por la belleza, por nuestros hermanos.

 

 

Con ocasión de la fiesta patronal de la capilla San Roque González de Santa Cruz, saludo, conmovido por su generosidad y humildad, a la Coordinadora, doña Tomasa Candia de Morel, y a sus colaboradores, los queridos amigos Patricia Raquel Coronel de Galeano y Walter Omar Ojeda.

Aprovecho esta ocasión para renovar, una vez más, en todos los fieles de las capillas la conciencia de que estas viven o mueren si nosotros, con nuestro compromiso, sabemos subirnos las mangas para trabajar, en vez de quedarnos con los brazos cruzados para chismear.

Y que la bendición de Dios todopoderoso,

Padre, Hijo, y Espíritu Santo,

descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

Amén.

 

P. Emilio Grasso

 

 

 

13/11/2021