Reflexiones sobre las “Homilías en el tiempo del Coronavirus”

 

Ya hemos publicado, en este sitio web, algunas reacciones a las “Homilías en el tiempo del Coronavirus” difundidas en el Paraguay. Ahora, presentamos algunas breves reflexiones sobre las Homilías, expresadas por algunos de nuestros oyentes y lectores más atentos.

 Separador Frase Papa

 

Padre Carlos Valentín Rojas: Estoy escribiendo después de escuchar el audio n.° 52 de la serie de las “Homilías en el tiempo del Coronavirus”, que me llegó mientras regresaba de una misión en la Amazonia brasilera.

Conocí al P. Emilio, a través de sus escritos, mientras trabajaba como vicario en una parroquia, en la arquidiócesis de Asunción.

Hoy, la querida Hermana Gladys me pidió que pusiera por escrito mis impresiones de este espacio de esperanza y caridad, creado por el P. Emilio al inicio de esta pandemia, para compartir sus reflexiones con los feligreses de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Ypacaraí, espacio que, por gracia de Dios, se ha expandido fuera de los confines de la parroquia gracias a los excelentes colaboradores del Padre que, utilizando las redes sociales, nos han hecho participes de sus sabias y profundas enseñanzas. Él ha hablado con fuerza en el momento más triste para nuestro país y para nuestra Iglesia en el Paraguay, para recordarnos que nuestro Dios es el Dios de la vida y no de la muerte y no quiere que el hombre viva en el miedo y en el dolor.

La primerísima frase que me afectó profundamente, como sacerdote, fue: “En estos momentos, no debemos separarnos de los demás ciudadanos en nombre de nuestra fe, sino que debemos estar en medio del pueblo, sin distinción alguna, luchando contra este enemigo común, un enemigo furtivo y cobarde que se esconde, no se hace ver y reconocer”.

La pregunta era: ¿cómo poder estar en medio del pueblo si no podíamos salir de casa? La respuesta no solo para los laicos, sino sobre todo para nosotros los sacerdotes, suponía una reflexión sobre el hecho de que reducimos el sentido de nuestra vida al quehacer, a un montón de actividades y nos olvidamos de la oración auténtica, nos olvidamos de que la vida del cristiano es verdadera vida solo cuando es relación con Dios, fuente y culmen de la relación con los demás. A partir de este punto, el Padre nos ha guiado con puño firme, con palabras duras y con ternura, para volver a confirmarnos en la conciencia de que “la Iglesia, también en este momento tan difícil que estamos viviendo en todo el mundo, está llamada a proclamar los valores de la vida y de la defensa de los más débiles y marginados”.

Desde los primeros audios y link que recibí, me ha impresionado no solo la preparación, la sabiduría del P. Emilio, sino sobre todo su inteligencia y su pedagogía. Cuando la discusión entre Iglesia local y Estado se hacía candente, el P. Emilio escribía que debemos respetar las diferentes esferas de competencia, y, en pocas palabras y con una sola cita, nos hizo comprender en qué dirección debíamos caminar.

Con su Homilía titulada No se vive solo de ollas populares, sino también de dignidad, cambió mi punto de vista sobre esta práctica que fue programada por el Gobierno y acogida por muchas parroquias. En los grupos en los que comparto los audios, muchos comentaban que el P. Emilio era el único sacerdote que, en su Homilía, explicaba que existen normas de seguridad para la preparación y la distribución de los alimentos de las ollas populares. Me alegró saber que muchos responsables de estas ollas trataron de mejorar la distribución, y otros que no podían controlar la aglomeración dejaron de cocinar y buscaron otra forma para distribuir los alimentos.

Así, las personas con quienes he compartido y comparto las Homilías siempre me han contado anécdotas o, simplemente, han hecho comentarios sobre cómo las palabras del Padre les habían tocado el corazón. Últimamente, una señora amiga mía me escribió para comunicarme que, en el Hospital Central, escucha la Homilía del P. Emilio junto con los enfermos: “No importa el tema, ya es suficiente solo escuchar su voz”.

Yo también, a lo largo de esta pandemia, he escuchado mil veces los audios, en mis momentos de descanso, porque, además de ofrecerme algunas enseñanzas, me “relajan”, es decir, disminuyen la tensión, las preocupaciones de la jornada, aunque en las Homilías se perciba toda la carga que lleva un sacerdote preocupado por la conversión y la salvación de su gente. Un sacerdote consciente de las dificultades, y conocedor de los sufrimientos de los pobres, porque nació en tiempo de guerra y creció con un padre que no solo fue prisionero de guerra, sino que también perdió a tres hermanas a causa de la fiebre española. ¡Imagínense la dura educación que recibió! Pero, a pesar de todo esto, él descubrió a Dios en medio de las privaciones y mantuvo esa ternura que se percibe cuando nos habla, cuando saluda a un amigo, al agente de pastoral o al coordinador de una capilla de la parroquia. Tenemos mucho que aprender de este sacerdote. Sobre todo, cómo hablar con la gente sin prejuicios y con los jóvenes con cariño, pero con firmeza.

Para concluir, puedo decir, sin exagerar, que el P. Emilio fue y es una voz muy importante para nuestra Iglesia en el Paraguay, y sus Homilías son una joya que debemos apreciar, estudiar y poner en práctica, porque con él se entiende lo que significa: “Me envió a evangelizar a los pobres”.

Fermina Arévalos: Desde hace varios años, conozco al P. Emilio y a su Comunidad Redemptor hominis. Me considero amiga de esta Comunidad tan humana que yo y mí familia hemos conocido.

Desde el inicio de la pandemia, he recibido la serie de las “Homilías en el tiempo del Coronavirus”, escritas por el P. Emilio. Realmente esto me ha ayudado, personal y espiritualmente, a comprender que cada situación que experimentamos en la vida tiene un sentido, y por qué ocurren las cosas. Además, he comprendido y aceptado que el tiempo de Dios es perfecto y este tiempo de pandemia es un kairós, un tiempo favorable, que debemos aprovechar. El P. Emilio nos prepara también a vivir la pospandemia.

Las enseñanzas escuchadas y leídas me han brindado la oportunidad de profundizar en mi fe, como cristiana, porque los temas desarrollados en cada Homilía, a pesar de ser tantas veces muy profundos y de alto contenido teológico, son explicados por el P. Emilio con palabras sencillas y que me afectan profundamente.

Soy cocinera profesional y trabajo como instructora en el Servicio Nacional de Promoción Profesional, que depende del Ministerio de Trabajo. Además, soy coordinadora de la liturgia en mi capilla. Tanto en mi profesión como en mi trabajo pastoral, las Homilías fueron y son una gran ayuda. Cuando las comparto con los agentes de pastoral, los familiares, los amigos y las personas de mi ambiente laboral estoy muy contenta, porque recibo agradecimientos y aprecios, que me hacen comprender que vale la pena seguir difundiendo estas reflexiones entre el mayor número posible de personas.

En fin, agradezco a la Comunidad Redemptor hominis por enviarme siempre las Homilías del P. Emilio y espero de todo corazón que no deje de enviarme sus audios y sus escritos. En estos últimos años, nuestras relaciones se han fortalecido porque he perdido a dos personas muy queridas: mi esposo y mi hermano. Doy gracias a Dios por la ayuda y el acompañamiento que he recibido de la Comunidad.

María de los Ángeles Mosqueda de Rodríguez: Soy la Administradora económica de la capilla Virgen del Rosario (que depende de la parroquia Catedral de San Lorenzo), y también miembro de la Pastoral litúrgica de nuestra diócesis. Mi primer contacto con la Comunidad Redemptor hominis ocurrió a través de la Hermana Gladys, que vino a nuestra capilla para presentarnos las publicaciones del Centro de Estudios dirigido por el P. Emilio. Desde entonces, hemos mantenido un contacto que se ha fortalecido en este tiempo de pandemia, con el envío de los audios de la sección “Homilías en el tiempo del Coronavirus”.

Estas Homilías me hicieron comprender cómo es único este tiempo de pandemia. Un tiempo de conversión, un tiempo que nos da la posibilidad de liberarnos de aquellas costumbres, de aquellos pecados de los cuales, sin la restricción provocada por la pandemia y sin las claras enseñanzas del Padre, ni siquiera nos dábamos cuenta. En efecto, escuchar al Padre me ayuda a salir del sufrimiento, de la debilidad, también de la muerte; me da la fuerza necesaria para encarar nuestra realidad. El P. Emilio habla con firmeza y gran sabiduría. Sus palabras penetran profundamente y nos interpelan, como si fuese Jesús mismo: una voz tan dulce, pero a la vez filosa, porque no da tregua a las debilidades, nos pone frente a nuestra cruda realidad y nos llama a cambiarla con hechos concretos, nos llama a salir de nuestro confort, a enfrentar las dificultades con la fuerza de la libertad unida a la verdad.

Me encanta el hecho de que el P. Emilio se tome su tiempo para profundizar con nosotros en la relación entre fe y vida. Las Homilías que escuchamos en la iglesia son breves, además, es difícil captar toda su enseñanza. En cambio, con los audios, puedo escucharlas varias veces, tomo apuntes, aprendo y me es más fácil transmitir el mensaje que recibo, utilizando los ejemplos concretos que aprendo. Me doy cuenta de que es más fácil que mi interlocutor comprenda aquello del que estoy hablando.

Vivo en un barrio periférico de la ciudad de San Lorenzo, y en mi actividad pastoral tengo contactos con jóvenes adictos, con familias que tienen problemas con sus hijos adolescentes o con jóvenes, que dejaron de frecuentar las celebraciones litúrgicas y abandonaron a los grupos juveniles. También con ellos comparto los audios.

Las reacciones a la escucha de los contenidos fueron en parte positivas y en parte negativas. En este segundo caso, traté de hacer comprender la verdad de las reflexiones y utilicé las “armas del amor” indicadas por el P. Emilio, sobre todo para hablar con los jóvenes, y… las enseñanzas fueron aceptadas. Lo mismo pasa con mi familia, sobre todo con uno de mis hermanos: al principio estaba reacio a escuchar, pero ahora veo cambios en él, aunque a pasos de tortuga. Para mí, es un gran milagro escucharlo citar, en sus conversaciones, los consejos del P. Emilio.

Con esto, puedo asegurar que las palabras del P. Emilio se quedan grabadas en mi corazón y en el corazón de las personas con quienes las comparto, porque él nos enseña, con insistencia, que nuestro objetivo es la santidad y llegar a la vida eterna.

Emiliano González Duarte: En estos tiempos difíciles que vivimos en nuestro país y en nuestra Iglesia, les agradezco por la posibilidad de recibir las Homilías del P. Emilio, que, desde el primer día, pude comprender y seguir con mucho interés. Hace años que frecuento la iglesia, soy coordinador pastoral de una de las capillas de mi parroquia, y creo ser un laico comprometido, pero pocas veces he tenido la suerte de escuchar a un sacerdote preparado que habla con claridad y con argumentos bien fundados.

Leo los “Cuadernos de Pastoral” escritos por el P. Emilio, y siempre me ha llamado la atención su insistencia en el hecho de que debemos cambiarnos a nosotros mismos para que el otro cambie, para que cambie nuestro ambiente, nuestra nación.

En sus Homilías semanales sigue repitiendo con insistencia que, en un país donde domina el odio, estamos llamados a anunciar el amor; donde está la muerte, la vida; donde está el desierto, el jardín en flor. Me gusta esta visión del Padre porque él piensa en las personas a quienes se dirige, conoce la vida del individuo con el que habla y nos llama a una conversión auténtica, nos llama a ser responsables. Sus Homilías enfrentan nuestra realidad, nos hablan de manera concreta.

Sé que escuchar estas Homilías comporta un gran compromiso porque, como dice el Padre, la palabra de Dios llama a todos a un crecimiento continuo. La Palabra no permite que uno se esconda y se ponga a cubierto, sin responder nunca a su llamada.

Le agradezco a Dios por la presencia entre nosotros del P. Emilio que comparte su sabiduría sin prejuicios, nos ayuda a profundizar y a tener una comprensión más precisa sobre la relación entre la fe cristiana y la situación social, cultural y ambiental que vivimos, particularmente en este tiempo de pandemia.

Soy miembro de la Legión de María. En su Homilía titulada: No se respeta a María si no se respeta a la Madre Tierra, el Padre me ha abierto los ojos sobre el gran error que cometemos nosotros los paraguayos, al no respetar nuestra tierra cuando convertimos en un vertedero el camino que lleva a Caacupé, olvidándonos que, si respetamos a María, debemos respetar también nuestros caminos, nuestro ambiente, sin arrojar basuras por dondequiera.

Con los jóvenes de la capilla y con los miembros de mi Movimiento, queremos poner en práctica las indicaciones del P. Emilio, es decir, cuidar nuestro ambiente, nuestras calles, en fin, cuidar a la Madre Tierra y así amar cada vez más a la Virgen María.

(A cargo de Gladys Carmen Méndez Alcaraz)

 

 

 

03/03/2021