Un modelo para los jóvenes de nuestro milenio

 

Llamados a ser “originales” y no “fotocopias

Carlo era un joven moderno, pero que supo rechazar las modas que pasan y los modelos que no dan sentido a la vida. Decía que las modas pasan, pero el estilo permanece.

“Él sabía muy bien que esos mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo y de las novedades que podemos comprar, obsesionados por el tiempo libre, encerrados en la negatividad. Pero él fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza. No cayó en la trampa”[1].

De esto se puede deducir el sentido profundo de la afirmación de Carlo, que invita a los jóvenes a hacer esta meditación: “Todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias”[2].

Carlo “veía que muchos jóvenes, aunque parecen distintos, en realidad terminan siendo más de lo mismo, corriendo detrás de lo que les imponen los poderosos a través de los mecanismos de consumo y atontamiento. De ese modo, no dejan brotar los dones que el Señor les ha dado, no le ofrecen a este mundo esas capacidades tan personales y únicas que Dios ha sembrado en cada uno”[3].

Estaba convencido de la necesidad, en la sociedad actual, del conocimiento y de la utilización de Internet para no quedar marginados en el mundo del trabajo. Pero estaba convencido también de que muchas modas que se transmiten por Internet son fruto de la especulación comercial y del consumismo.

Siempre estaba vestido de modo clásico, no seguía las modas y no buscaba los grandes viajes al extranjero para las vacaciones, como hacían sus compañeros; prefería pasar el tiempo libre con su familia en Asís, ciudad rica en espiritualidad donde también habría pedido ser enterrado.

Los testimonios de los jóvenes del instituto que frecuentaba y de los profesores coinciden en describir a Carlo como un joven fuera de lo común, muy inteligente y humilde al mismo tiempo; tenía ideas muy claras y en clase sabía defender su fe y sus convicciones cuando había debates.

Carlo sabía ir a contracorriente y no se preocupaba de las consecuencias, a veces, de las burlas de sus compañeros de clase. Decía que el problema de hoy es la falta de “sentido crítico”, con el riesgo de dejarse engullir por lo que proponen los medios de comunicación y de perder, de este modo, la propia libertad[4].

La Eucaristía, autopista hacia el Cielo

La Eucaristía ocupaba un lugar especial en la vida de Carlo. La definía como “mi autopista hacia el Cielo”[5]. Estaba fascinado por el Amor de Cristo que se hace cercano a cada uno de nosotros en la Eucaristía, permaneciendo siempre presente en el sagrario. Carlo decía que, gracias a ella, experimentaba la misma riqueza de aquellos que conocieron a Jesús en Palestina, más de dos mil años atrás.

En este sentido, se negó a acompañar a su padre en una peregrinación a Tierra Santa; prefería quedarse en Milán, dijo, ya que podía encontrar y recibir al Señor todos los días.

Después de la Primera Comunión, recibida a los 7 años, Carlo participaba en la Misa todos los días y permanecía un poco de tiempo en adoración y diálogo delante del Santísimo Sacramento. Admiraba el gesto de san Juan de poner su cabeza sobre el Corazón de Jesús durante la Última Cena; quería ser el amigo de Jesús como san Juan, amando al Sagrado Corazón que se entrega hasta el fin de los tiempos en la Eucaristía.

En la adoración eucarística, Carlo encontraba la fuente y el secreto del amor al prójimo: comprendía mejor “cómo dialogar con los demás”. Esta consideración la hizo a su párroco quien lo había interrogado, maravillado por la fidelidad de Carlo a esta oración, desde la infancia. Su párroco, junto con su director espiritual, estaba convencido de que un día Carlo se habría vuelto sacerdote.

A los jóvenes de hoy en busca de sentido, Carlo les dice sencillamente, a través de su amor a la Eucaristía y su caridad, que la amistad con Jesús es el sentido profundo de la vida: “Estar siempre unidos a Jesús, he aquí mi programa de vida”[6]. Y esta unidad con el Señor lo configuró cada vez más a su Amor.

Carlo amaba también a la Virgen María y rezaba el Rosario, desde la niñez, todos los días. De joven decía: “La Virgen es la única Mujer de mi vida”, y nunca faltaba a “la cita más galante de la jornada”[7], al rezo del Rosario.

Acerca de las apariciones, Carlo estaba impresionado por la humildad de las personas elegidas por María y por la invitación a hacer sacrificios para la conversión de los pecadores.

El don de su vida

Cuando la enfermedad lo afectó, en los albores de su vida, no la sufrió, sino que hizo de ella un don: ofreció sus sufrimientos por el Papa y por la Iglesia.

Conservó su serenidad a pesar de los sufrimientos físicos, hecho que asombraba al personal médico; en los últimos días, decía a su madre que estaba contento por haber utilizado bien cada momento que el Señor le había dado y de morir sin haber hecho nada que desagradara a Dios.

Su madre cuenta que, antes de su enfermedad, Carlo ya había dicho que “¡siempre se mantendría joven”! “Sabía” que habría muerto joven y de una hemorragia cerebral. De hecho, tras la rápida progresión de la leucemia, una hemorragia cerebral acabó con su vida.

Tras la muerte, su madre encontró entre sus cosas un video de dos meses antes. Carlo lo había grabado diciendo que moriría pronto. ¿Premoniciones, revelaciones místicas...? Es difícil decirlo. Pero estas imágenes circulan por la Red e impresionan fuertemente a quienes las ven.

Su padre, un hombre reservado, declaró que la muerte “brutal” de Carlo lo había dejado sin ningún punto de referencia, en la oscuridad total incluso de la fe; y que solo después de mucho tiempo pudo comprender que había un plan de amor mayor que se expresaba en su hijo[8].

De Carlo, el padre siempre había admirado la docilidad en familia; esto fue para él un signo de la humildad que, más tarde, tuvo hacia el Señor[9].

Carlo era, pues, un joven de una fe sencilla y extraordinaria al mismo tiempo: deja a los jóvenes el ejemplo del amor en la fidelidad cotidiana al Señor y el ímpetu juvenil del don de su vida en la apertura a los demás y a los pobres, la pasión por la comunicación a través de Internet para hacer conocer el Amor de Cristo; en fin, la aceptación serena de la enfermedad y de la muerte como la hora que había sonado para el encuentro con el Señor.

Ahora, un joven santo acompaña y protege a los jóvenes. Así podrán acercarse a los medios de comunicación con un espíritu crítico y tomar a Carlo como modelo, sobre todo para la búsqueda de su camino original hacia una fe vivida y compartida.

Antonietta Cipollini

 

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[1] Christus vivit, 105-106.

[2] “Así, decía Carlos, ocurre que ‘todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias’. No permitas que eso te ocurra”, in Christus vivit, 106.

[3] Christus vivit, 106.

[4] Cf. N. Gori, Dall’informatica al cielo…, 86.

[5] N. Gori, Dall’informatica al cielo…, 105.

[6] N. Gori, Dall’informatica al cielo…, 39.

[7] N. Gori, Dall’informatica al cielo…, 163.

[8] Cf. Carlo Acutis Misionero 2.0, en www.youtube.com/watch?v=n1Fzmk_yQiI&t=901s

[9] Cf. Meeting dei Giovani 2020: alla scoperta di Carlo Acutis, en www.youtube.com/watch?v=3vjaOt-wOQ0

 

(Traducido del italiano por Luigi Moretti)

 

 

12/08/2024